Perseguida duramente por su fe, Sofía encontró en Dios el consuelo y la fuerza para perdonar a quienes la expulsaron de su país y casi la mataron en varias ocasiones.
El 6 de agosto de 2014, cientos de miles de cristianos iraquíes tuvieron que abandonar todo y huir de su tierra, cuando los terroristas del Estado Islámico invadieron los pueblos y ciudades de la llanura de Nínive.
Entre ellos estaba Sofía, que en ese momento tenía apenas 12 años. Presa del miedo y la incertidumbre, no sabía qué destino le esperaba.
“No nos llevamos nada por falta de tiempo y porque no sabíamos lo que iba a pasar. Solo cargamos con nuestros pasaportes. Algunos de los que huíamos fueron capturados y secuestrados, en su mayoría mujeres y niños. Por la gracia de Dios, mi familia y yo escapamos sanos y salvos, pero quemaron nuestra casa y todas nuestras pertenencias. Yo tenía 12 años”, relata Sofía en un breve documental dirigido por Sara Isabel, quien produjo Tu fidelidad como proyecto universitario en Portugal.
La familia buscó refugio en Siria, pero también allí enfrentaron persecución.
“Bombardeaban las iglesias porque sabían que los cristianos van a misa todos los domingos”, recuerda.
Un día, mientras se dirigía a misa, vivió uno de los episodios más dramáticos de su vida:
“De repente, una mujer salió de la nada y nos gritó que nos escondiéramos dentro de la iglesia, y luego desapareció. Ella había visto que caerían misiles en la zona, pero ya era tarde. Entramos en la iglesia, pero no alcanzamos a escondernos. Yo estaba frente a la puerta y un misil cayó justo allí. Todo explotó. No podía oír ni ver nada. No sabía si estaba viva o muerta. Cuando abrí los ojos, vi que los fragmentos de vidrios de colores habían pasado a mi lado sin tocarme”.
“Sabía que era un milagro, físicamente era imposible. Mi muerte era segura. Tenía a mis dos hermanos junto a mí, pero el polvo era tan denso que no podía verlos. Por un instante sentí terror al pensar que quizá no estaban vivos. Cuando todo se calmó, comprobé que estaban completamente ilesos. El milagro que me salvó también los protegió a ellos”, cuenta Sofía.
Finalmente, la familia pudo llegar a Inglaterra, donde encontró paz. La fe siguió siendo su refugio, pero Sofía aún no imaginaba lo que Dios le tenía preparado. En la Jornada Mundial de la Juventud 2023, solicitó ser parte del Ensemble 23, un grupo de jóvenes bailarines que participarían en eventos del encuentro. Para su sorpresa, fue aceptada.
“Para mí fue el regalo más maravilloso que Dios podía darme. Conocí a personas nuevas, de distintos orígenes. Católicos de todo el mundo nos vieron y pude ser mensajera de la Palabra de Dios. Representamos un vía crucis y sentimos que tocamos el corazón del público: vimos la emoción en sus rostros”.
En uno de los momentos más significativos de su vida, pudo encontrarse con el Papa Francisco:
“El Papa nos miró y nos hizo una señal para que nos acercáramos. Cuando estuve frente a él rompí a llorar, y entonces me puso la mano en la cabeza. Después de todo lo que había vivido, su mano me pareció más suave que cualquier otra cosa en este mundo. Mi confianza en Dios me hizo darme cuenta de cómo Él había estado siempre a mi lado: me protegió de la muerte, de ser violada, de los disparos, del secuestro y de tantas cosas terribles que nos hicieron a los cristianos”.
Su testimonio concluye con un mensaje profundamente conmovedor:
“Los perdono, perdono a todos los que me han hecho daño en el pasado. El amor de Dios es más grande que cualquier maldad humana. Si Jesús bajó a la Tierra, murió en la cruz y perdonó, ¿quién soy yo para no perdonar?”.
Cuando los terroristas islamistas obligaron a cristianos como Sofía a abandonar sus hogares, Ayuda a la Iglesia Necesitada Perú (ACN) respondió con ayuda inmediata y soluciones de emergencia. La fundación también apoyó la reconstrucción de casas en pueblos cristianos para que las familias pudieran regresar, y hoy continúa trabajando de la mano de las Iglesias locales para garantizar una presencia cristiana duradera en la región.