Persecución de cristianos en Pakistán

Pakistán: Dos años después, la justicia aún no llega

Exactamente dos años después de lo que se ha descrito como el peor brote de violencia contra los cristianos en los 78 años de historia de Pakistán, el obispo local de Jaranwala declaró que ninguno de los miles de sospechosos ha sido llevado ante la justicia, lo que ha generado una profunda indignación en la comunidad.

Monseñor Indrias Rehmat afirmó que los cristianos del distrito de Jaranwala, en la provincia de Punyab, sienten deseos de “gritar y clamar” por la aparente falta de justicia tras los ataques del 16 de agosto de 2023, en los que fueron destruidos 26 templos, 80 casas cristianas, salones parroquiales, viviendas de sacerdotes e incluso tumbas.

Sus declaraciones se producen dos meses después de que el Tribunal Antiterrorista de Faisalabad absolviera a los 10 acusados de incendiar una de las iglesias. De las 5.213 personas señaladas en relación con el ataque, más de 380 fueron arrestadas, muchas quedaron en libertad bajo fianza, pero hasta ahora no se ha dictado ninguna condena.

En una entrevista concedida el 14 de agosto a la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada Perú (ACN), Monseñor Rehmat, obispo de Faisalabad, lamentó:
“La justicia no se ha cumplido. La policía no ha hecho su trabajo. Nadie ha sido castigado ni procesado adecuadamente. En este momento, no vemos ninguna esperanza de que los culpables sean sancionados”.

El obispo señaló que la población ha recibido amenazas y hostigamiento de extremistas locales por atreverse a exigir justicia, pero que ahora la indignación es tan grande que están decididos a alzar la voz:
“Lo que ha cambiado en estos dos años es que la gente está dispuesta a luchar por sus derechos. Dicen que debemos gritar y reclamar”.

La comunidad también se siente aún más frustrada porque los únicos sentenciados en relación con los hechos han sido cristianos. Entre ellos están los hermanos Rocky y Raja Masih, acusados (y posteriormente absueltos) de blasfemia —acto de profanación del Corán que desencadenó la violencia—, y Ehsan Masih, declarado culpable de difundir en redes sociales una imagen del texto dañado.

En abril, otro cristiano, Pervaiz Masih (sin parentesco con los anteriores), fue condenado a muerte por supuestamente cometer el acto de blasfemia y señalar a Raja por venganza personal. El padre Khalid Rashid Asi, director de la Comisión Nacional (Católica) de Justicia y Paz (NCJP) en Faisalabad, expresó sus dudas sobre estas condenas:
“En la zona hay personas que advierten a nuestra gente que no se acerque a los tribunales. Nuestros fieles tienen miedo porque los extremistas musulmanes son muy poderosos. Las amenazas persisten. Pero nuestra gente está muy enojada. Después de dos años siguen esperando justicia. Los musulmanes acusados no han recibido sentencias; los demás quedaron libres bajo fianza”.

El P. Rashid también criticó el paquete de compensación ofrecido por el gobierno, señalando que, aunque muchos edificios dañados fueron reparados, en varios casos las obras se realizaron de forma deficiente.

La tensión aumentó esta semana luego de que un clérigo musulmán pronunciara un discurso en Islamabad, la capital, en el que llamó a las iglesias “montones de basura”. El mensaje, que se viralizó en redes sociales, provocó la reacción de la Conferencia Episcopal de Pakistán, que lo calificó de “ofensivo” y “profundamente denigrante” para los cristianos.

Pese a todo, Monseñor Rehmat destacó algunos motivos de esperanza, agradeciendo a ACN por el apoyo brindado a las víctimas de Jaranwala con ayuda de emergencia, paquetes de alimentos, artículos de primera necesidad y reparaciones de edificios:
“Estoy muy agradecido de que ACN esté dispuesta a estar con nuestra gente siempre que hay una necesidad. Su apoyo moral, sus oraciones y sacrificios son inmensos. ACN es un gran respaldo para nosotros”.

Finalmente, el obispo anunció que el 16 de agosto, en el aniversario del ataque, presidiría la bendición y rededicación de la iglesia de San Juan en Jaranwala, gravemente dañada en la violencia. El edificio parroquial vecino aún espera ser reconstruido.

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