Cristianos de Israel, Palestina y Oriente Medio se unen a la oración por la paz, confiando en Dios y ofreciendo su ayuda a los más afectados por el conflicto
ACN.– La comunidad cristiana que vive diseminada en Israel es muy diversa. Muchos de ellos son de procedencia árabe, pero también se incluyen visitantes, estudiantes, religiosos, voluntarios, y alrededor de 110.000 trabajadores extranjeros. Han vivido de cerca el miedo ante los atentados terroristas, así como el dolor y la angustia de familiares, amigos o compañeros.
Holly es una de ellos. De nacionalidad estadounidense, estaba en Jerusalén cuando el mundo que ella conocía hasta entonces se derrumbó: «Estos últimos días han sido increíblemente largos y desgarradores. Mi corazón se está rompiendo porque las atrocidades cometidas por Hamas son inhumanas e insondables. El primer día de esta guerra supuso el mayor número de judíos asesinados en un día desde el Holocausto. Realmente inimaginable».
Los miembros de su familia y amigos inmediatamente le ayudaron a encontrar un billete de avión para regresar a casa, según cuenta Holly a la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN). Tenía un billete reservado para el lunes. “A pesar de que mi corazón se sentía afligido, hice las maletas». “El domingo recibí un mensaje que cambió todos esos planes en menos de un minuto”. Una organización humanitaria le pidió, por medio de un amigo, ayuda para cuidar a las familias judías desplazadas de Sderot (ciudad en la frontera con Gaza). “Estas familias tuvieron que salir de sus hogares en el último minuto huyendo de los despiadados terroristas. Inmediatamente me ofrecí como voluntaria para ayudar”, cuenta Holly a la fundación ACN.
«Tenía que quedarme. Quiero ayudar en todo lo que pueda. Fue especialmente difícil decírselo a mis padres. Todos estábamos conteniendo las lágrimas mientras compartía la noticia. Son increíblemente comprensivos, lo que significa mucho para mí. Al mismo tiempo, sé que es difícil para ellos».
“Los últimos tres años, viví en Polonia, donde visité muchos de los horribles lugares donde tuvo lugar el Holocausto. Como creyente y cristiana me he preguntado muchas veces, ¿por qué sucedió todo este mal? Hoy, si tengo la oportunidad de ayudar, debo hacerlo”.
En Gaza, en Jerusalén, en Cisjordania, en Israel, ACN recibe historias de dolor y miedo, pero también testimonios de fe, de sacrificio y entrega. Esta es la respuesta cristiana para demostrar que el mal no debe tener la última palabra.
Después de que el papa Francisco nombrara patriarca latino de Jerusalén a Mons. Pierbattista Pizzaballa, este escribió un mensaje a los cristianos de su diócesis: “El palio nos recuerda que hemos elegido en el bautismo tomar sobre nosotros el yugo de Cristo, el peso y la gloria de la cruz, que es el amor dado hasta la muerte y más allá».
Líbano: “No queremos otra guerra”
El otro gran miedo es que, si se da una ofensiva masiva, el Líbano entre en la guerra, lo que supondría una escalación terrible de violencia y muerte que se extendería por todo Israel y el Líbano. Ambos países ya han sufrido tremendamente bajo la guerra.
En Líbano, un país ya abatido por una terrible crisis económica y política, existe ansiedad, miedo y expectación. Fieles de la diócesis de Tiro, al sur del país, por ejemplo, ya han buscado refugio en Beirut. La situación trae a la memoria tiempos difíciles y dolorosos sufridos debido a guerras anteriores en su tierra.
Marielle Boutros, joven libanesa responsable de proyectos para ACN en Líbano, afirma: “Lo que estamos viendo ahora en Gaza y el sur del Líbano está sacando a relucir viejos temores. Nos sentimos atormentados por las sombras de la guerra de 2006. Como cristianos que vivimos en el Líbano, rezamos por las víctimas y sus familias, pero también estamos preocupados por nuestro propio país: no queremos que nuestro país se vea arrastrado a otra guerra. Mi generación ya ha vivido dos guerras. No estamos dispuestos a revivir todo esto otra vez”.
Un conflicto que puede extenderse
No sólo en el Líbano, también cristianos de Siria, Iraq, Jordania, Egipto y otros países de la región, miran con temor el desenlace de este conflicto. Durante una visita en septiembre a la sede internacional de Ayuda a la Iglesia Necesitada, el patriarca de la Iglesia católica melquita, su beatitud Youssef Absi, subrayaba la importancia de encontrar una solución para el conflicto israelí-palestino para todo Oriente Medio: «La causa palestina es la causa principal. Esto está muy claro para nosotros aquí. Sin una solución para la situación palestina, no hay solución para Oriente Medio«, dijo el patriarca Absi.
Turbulencias políticas endémicas, extremismo islámico, persecución, guerras, injusticias socioeconómicas y la discriminación a la que se enfrentan los cristianos ha generado además una emigración masiva en todos estos países. “La segunda intifada provocó la emigración de 500 familias cristianas de Palestina. Con gran pesar me atrevo a decir, que si esta guerra no concluye pronto, tendremos otra fuerte ola de emigración de Tierra Santa, por lo tanto, debemos hacer todo lo posible para salvar lo que se pueda salvar en estos tiempos críticos”, dice George Akroush, director de proyectos para el desarrollo del Patriarcado Latino de Jerusalén.