El genocidio ruandés de 1994 es conocido en todo el mundo, pero lo que no se conoce tanto es el impacto que tuvo en la región oriental de la vecina República Democrática del Congo desatando sucesivas guerras y crisis. A lo largo de las tres últimas décadas, la Iglesia congoleña, con la ayuda de ACN, ha llevado la esperanza a una población sometida a terribles pruebas.
“Desde hace treinta años estamos atravesando un ciclo de violencia eterna y tendremos que volver a empezar. Sabemos cuándo empieza una guerra, pero no sabemos cuándo acaba”, ha señalado Mons. Floribert Bashimbe, Vicario general de la archidiócesis de Bukavu, en la República Democrática del Congo (RDC), durante su visita a la sede internacional de la Fundación Pontificia Internacional ACN. “Llevamos treinta años evangelizando en medio de la guerra, intentando transmitirle a la gente este mensaje de esperanza: ‘¡Dios creó al hombre para la vida, no para la muerte!’ No debemos rendirnos”.
El vicario general ha explicado que, en las últimas tres décadas, no hay familia en la RDC que no haya perdido a un ser querido a causa de la guerra, y que la archidiócesis de Bukavu, ubicada en la provincia de Kivu del Sur, al este del país, se ha visto especialmente afectada por la violencia. En los nueve años transcurridos entre 1996 y 2005, tres obispos murieron a consecuencia de la guerra y del sufrimiento causado.
“A pesar de todo ello, el número de fieles de la archidiócesis ha aumentado y nuestras escuelas y hospitales están entre los más renombrados del país”, cuenta el sacerdote. Mons. Bashimbe señala que 16 nuevas parroquias se han erigido en los últimos 30 años y que la archidiócesis, donde un 45% de la población es católica, cuenta con la presencia de 25 congregaciones religiosas femeninas y 13 masculinas, así como con 106 seminaristas.
Tras el genocidio de Ruanda en 1994, gran parte de la población ruandesa se refugió en la RDC, lo que sumergió al país en una gran crisis. “La situación estalló y causó muchos problemas, porque entre los refugiados no solo había pobres y perseguidos, sino que también criminales y grupos militares”, dice el vicario general.
Después de eso, el país ha atravesado hasta tres guerras. A ello se suma que desde 2021, el grupo rebelde M23 siembra terror en el este del país: la ciudad de Goma, cercada desde finales de febrero, acoge a dos millones de desplazados y, según los medios de comunicación, dos de los campos de desplazados fueron bombardeados por los rebeldes a principios de mayo.
“Para apoyar a los sacerdotes, religiosos y fieles en estos difíciles tiempos, el arzobispo, Mons. François-Xavier Maroy, yo mismo, y demás miembros de la curia diocesana estamos a su disposición para escuchar sus preocupaciones e intenciones y para ver cómo afrontar los diversos retos”, explica el vicario general. Dada la situación de falta de seguridad, esta atención pastoral directa y personalizada tiene un valor inestimable.
Mons. Bashimbe ha subrayado en su encuentro con ACN que no se ha cerrado ninguna de las 42 parroquias de la archidiócesis: “A pesar de la violencia y el peligro de muerte, todos los sacerdotes han decidido permanecer en sus parroquias. Sabemos por experiencia que los lugares abandonados son saqueados y destruidos, y que cuando un sacerdote abandona su parroquia -especialmente en las rurales, donde un sacerdote influye más en la población que los dirigentes políticos- la mayoría de la población también huye”.
La ayuda de ACN es valiosísima, asegura el vicario general, y subraya cuánto le ha impresionado la fidelidad y valentía de ACN a lo largo de los años. Muy especialmente le conmovió la visita de una delegación en 1996, en un momento muy difícil de la guerra. ”La mitad de nuestras parroquias habían sido destruidas y saqueadas y todo el mundo tenía miedo, nadie se atrevía a venir a esta región. Sin embargo, ACN nos visitó y nos ayudó a levantarnos”, ha contado agradecido.
Para expresar su gratitud hacia los benefactores de ACN por su generosidad, todas las parroquias de la archidiócesis celebran una misa por sus intenciones el primer viernes de cada mes, viernes dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, asegura el vicario general, añadiendo: «Durante muchos años nos han venido prestando un gran apoyo. Solo podemos agradecerles de todo corazón su constante presencia a nuestro lado”.